Alepo (El Legado andalusi n° 15)


 
 
Couverture du magazine
Titre Alepo, la ciudad tendida el sol
Magazine El Legado andalusi, Espagne
Numéro 15, pp. 70-77
Date de parution 4 ème trimestre 2003
Collaboration 8 photos


Alepo, la ciudad tendida al sol

Texto : JERÔNiMO PÂEZ 
Fotos : YVES TRAYNARD

Sea cual sea el camino escogido,
Alepo, surge en la planicie como un
inmenso tenderete bafiado por el sol
y sumergido en la arena. El paisaje
que lo rodea, solfan decir los viajeros
românticos, es bello en su desnudez.
Como si la naturaleza se hubiera que-
dado en repose, te invita a pensar, a
permanecer en silencio, recordando
antiguas leyendas e historias de géné-
rales romanos, de féroces guerreros
cruzados, de hurfes y principes orien-
tales de las Mil y Una Noches.
Al aproximamos, nos sobrecoge la
vision de la ciudadela, un minarete
mitad natural mitad artificial, que se
alza sobre el espacio que le rodea.
Sus murallas, sus construcciones y
subsuelo encierran los suenos y am-
biciones de cuantas dinastfas han vi-
vido, amado o violado la ciudad.
Una vez que se pénétra en los su-
burbios se pasa del ensueno a la de-
cepciôn. Aunque el mundo arabe sue-
le magnificar su historia, no ha sido
muy respetuoso con el pasado y no
puede decirse que haya resuelto ar-
mônicarnente la transiciôn a la mo-
dernidad. Edificios descuidados, dis-
puestos sin orden, barrios que crecen
sin césar, Alepo ha triplicado su po-
blaciôn en las ültimas décadas y pue-
de que supere en la actualidad los dos
millones de habitantes como conse-
cuencia de la emigracion rural y la
inexplicable explosion demogrâfica
que parece no tener fin.
Un aire de uniformidad imprégna
la ciudad nueva, casas, tiendas, calles,
gentes, reforzado por el incontable
numéro de antenas que inundan el
horizonte de una sociedad en la que
la militarizaciôn del régimen y el mo-
noculturalismo que avanza, en gran
parte como reacciôn a la hipôcrita y

doble moral de occidente, ha conver-
tido a las casas en casi el ünico lugar
de encuentro y la télévision en el so-
lo divertimento posible.
Pero no te dejes Ilevar por la pri-
mera impresiôn, sigue avanzando,
sortea el trafico, alcanza la médina y
Ilega a la ciudadela. Alepo es una ciu-
dad para recorrer a pie y en Oriente,
como en la propia vida, casi nada es-
ta bien ordenado, y siempre hay algo
que descubrir. Cuando menos te lo
espéras pasas del mayor de los aban-
donos a la exquisitez mâxima. Mundo
de contrastes, hospitalario y receloso,
nômada y reposado, sensual y a la vez
puritano, la fragilidad de su arquitec-
tura esconde su fortaleza y la monô-
tona repeticion de sus arabescos Ilega
a la perfecciôn. Hoy dia, sin embargo,
es difîcil entender como el refina-
miento de antano ha podido ser sus-
tituido por las ostentosas decoracio-
nes y brillantes luminarias que proli-
feran por doquier.
Subiras a esta atalaya a través de
un acueducto de ocho arcos hasta su
monumental entrada que conserva su
imponente carâcter defensivo. Aun-
que ha sufrido todo tipo de destruc-
ciones y no queda gran cosa, ningün
otro monumento de Alepo ejerce
mayor fascinaciôn. Contempla la ciu-
dad, el compacto conjunto de sus in-
numerables zocos, esos bazares que
se asemejan a un inmenso santuario
médiéval, con multiples cavidades y
monumentos, con sus tiendas como
celdas entrelazadas para protegerse
del polvo y la arena del desierto. Te
resguardan del implacable sol vera-
niego y de los helados vientos inver-
nales, y antafto proteglan de la rapina
de los gobernantes. En los zocos ur-
banos era mas fâcil defenderse del sa-
queo y la confiscatoria fiscalidad que
en los rurales, expoliados incluse por
los propios comerciantes de la ciu-
dad.
Luego desciende, rodea el gran
hamman al-Nasri y a la izquierda,
junto al palacio del gobemador, sién-
tate en uno de los cafetines que hay
en la pequefia plaza soleada donde
se encuentra el Ach Chouna.
Comenzarâs a descubrir el aima de
Alepo. Descansa, perderâs la nociôn
de tiempo, y contemplarâs el monu-
mento mas atractivo de la ciudad, su
gente, amable, sonriente, sabia, "un
dîa pasado fuera de Alepo es un dîa
que no cuenta en la vida", suelen de-
cir. Dégusta el amargo sabor del café
turco, tômalo si puedes sin azücar y
eso si, no se te ocurra anadir lèche, to-
do lo mas alguna fragancia. Los café-
fines arabes son fascinantes y pocos
hay con mas encanto que los de
Alepo. Aunque el café es de origen
etîope, su uso se generalizô en el
mundo arabe cuando Ilegô a
Estambul gracias a un comerciante
de Alepo que en el siglo XVI abrio la
primera cafétéria y regreso anos des-
pués, rico, a su ciudad. A los habitan-
tes de Alepo siempre les ha caracteri-
zado el deseo de enriquecerse y el
gusto por el viaje, pero como todo
puebio aventurero que se precie con-
serva un profundo arnor por su tierra
natal, y raro es el que no regresa tar-
de o temprano.
A pesar de que hoy dfa es la bebi-
da por excelencia, el consurno de ca-
fé fue objeto de enconadas disputas y
prohibido y legalizado alternativa-
mente, segûn el capricho del poder

remante, como sucediera también
con el tabaco. El café se rechazô en
La Meca alla por el siglo XVI, ya que
algunos ulémas intransigentes consi-
deraron nocivos sus efectos estirnu-
lantes, y el sultan Murad IV en 1633
lo prohibiô Ilegando a ejecutar a al-
gunos duenos de establecimientos.
Todos los tiranos y los puritanos han
considerado peligrosas cuantas sus-
tancias liberan los cuerpos y sobre to-
do el espiritu.
Mientras te solazas pide una pipa
de agua, o narguile, que te serviran
parsimoniosamente con una sonrisa
ante tu aire de turista occidental.
Aspira pausadamente el hurno del ta-
baco, a ser posible tumbak persa o el
sirio que viene de las montafias, el
mejor. Es una sensaciôn distinta, re-
frescante, un rito y un placer, sientes
que la vida tiene otro sabor. Es difîcil
que hoy dfa puedas degustar, como
antafio, la pipa llamada guzah, en la
que solfan fumarse las dulces hojas
embriagadoras que producen una
alegrfa bulliciosa. Aunque su uso, co-
rne) casi todos los placeres, se ha con-
vertido en tabü en nuestra sociedad,
también en la oriental, se remonta a
tiempos muy antiguos y estuvo muy
extendido en el siglo XIX. Fumes o
no, déjà vagar la imaginaciôn y evoca
la descripciôn de la ciudad que hizo
aquel gran viajero andalusf lbn
Yubayr el ano 1183, en su Rihla, o re-
lato de viajes.
"Muchos reyes la han pretendido,
cuântas luchas ha suscitado y blancas
hojas han sido desenvainadas contra
ella.... Posée una alcazaba célèbre por
sus defensas. La ciudad ha subsistido
mientras sus soberanos han desapare-
cido... entre sus peculiaridades se
cuenta que en los tiempos antiguos en
la colina se acogiô Abraham con al-
gunas ovejas cuya lèche daba a los
pobres, por eso se le dio el nombre de
Halab (lèche) ...
Los mercados de la ciudad son es-
paciosos y grandes, se suceden en
alargada secuencia, sales de un barrio
dedicado a un oficio para pasar a
otro, estân techadas con planchas de
madera. ..En cuanto a la alcaiceria, la
mayoria de las tiendas son armarios
de madera exquisitamente labrados"
Y sigue nuestro autor mencionan-
do la Mezquita aijama, las medersas,
el riachuelo que atraviesa el arrabal
"donde hay incontables caravansares,
los molinos de agua y los huertos exis-
tentes. Su nombre esfemenino -anadi-
râ- ha sido mala con quienes les fue-
ron desleales y se ha mostrado sin vé-
lo a quienes la amaron".
A lo largo de los siglos Alepo se ha
caracterizado por su pujanza econô-
mica y el tesôn de sus habitantes pa-
ra vencer cuantas tragedias les han
sobreyenido. Los conquistadores ma-
taron a veces su cuerpo, pero nunca
pudieron hacerlo con su aima y su
espiritu comercial. El zoco de Alepo
es como el corazôn que da vida y rie-
ga sus venas y arterias que son sus ca-
Iles entrelazadas, sus tiendas, sus pa-
sadizos, su gente.

La economfa médiéval musulmana
fue sobre todo economia del zoco. La
expansion arabe creo una vasta red
de ciudades y puede que el primer
gran mercado comün y globalizado
de la historia, que aumentô la circula-
ciôn monetaria, desarrollô el consu-
mo e impulsé la actividad comercial.
El mercader se convirtiô en pieza cla-
ve de esta sociedad, ya estuviera
asentado en la ciudad o fuera hombre
de caravana. Se movîa desde la India
hasta el Atlântico, a través del norte
de Africa, por los pafses de Dar el
Islam, la sociedad musulmana, la üni-
ca a su juicio culta y civilizada con un
idioma comün, el arabe, la lengua del
comercio y del saber. El Islam desa-
rrollô un modelo de ciudad que al-
bergaba una Mezquita, la casa de
Dios, el palacio del gobernador y las
dependencias del poder, séquito y
ejército. Junto a ellas el "Suk", el zo-
co, espacio de vida, de riqueza, de en-
cuentros y desencuentros, lugar de in-
tercambio de bienes y servicios, tam-
bién de ideas y el centre por excelen-
cia de la recaudaciôn fiscal. Por algo
la palabra majzen que hoy hace refe-
rencia "al poder real y a su entorno"
significaba almacén.
En el mundo musulman ha habido
todo tipo de zocos, primero rurales,
que atraian a mercaderes que solfan
intercambiarse las mercancfas. Con el
desarrollô econômico fiieron sur-
giendo las ferlas, cuya duracion era
de una o dos semanas, y finalmente
los mercados fueron integrândose en
la ciudad. Como elemento vivo han
sufrido cambios segün las necesida-
des y las diferentes modas arquitec-
tônicas de las dinastfas que han go-
bernado la région. En Alepo, en la
época omeya, el mercado del agora
se trasiadô a un edificio singular, Dar
al Kura, de nueva construcciôn. Con
esta dinastia los zocos abiertos se
convirtieron en zocos levantados en
el interior de las ciudades. Los ma-
melucos crearon diferentes bazares
al pie de la ciudadela, destinados a
una clientela especial, la soldadesca,
y asf sucesivamente. El zoco se con-
virtiô en un recinto con puertas que
se cerraban por la noche, puestos per-
manentes, ya fueran tiendas, celdas o
arcadas, y el pago de tasas. El comer-
cio déjà de ser algo particular y el
Estado de una u otra forma se ocupô
de él, ya fuera para controlarlo o ex-
plotarlo.
Mercado en el que los productos
venîan del campo y sobre todo de las
caravanas, surgieron edificios para
acoger a los viajeros y sus mercancf-
as, los kanes o caravansares, que han
recibido diferentes nombres a lo lar-
go de la historia. Dicho de manera
simple, un caravansar es un edificio
para albergar una caravana.
Cuadrados o rectangulares, suelen te-
ner una gran entrada, fâcil de vigilar;
podi'an caber hasta cuatrocientos ani-
males con su carga y airededor de su
patio se disponîan las celdas para
acoger a los comerciantes. Los esta-
blos suelen estar en las esquinas del
edificio, el agua viene de un pozo o
cisterna y la descarga se hace en el
patio. Cuando tienen dos plantas, la
del suelo se dedica a las mercancîas y
la superior a los viajeros. Alepo goza
del mejor conjunto de kanes de
Oriente sobre todo de época otoma-
na, en la que incluse Ilegaron a cons-
truirse para los mercaderes europeos,
en su mayoria venecianos y franceses.

Los zocos se agrupan segün tipos
de bienes, de oficios, de servicios.
Cerca de la mezquita se encuentran
los vendedores de libros, de manus-
critos, luego los perfumes, jabones,
para continuar con los orfebres, los
vendedores de joyas. En las zonas
centrales los comerciantes de trajes,
vestidos, las sedas y también los ven-
dedores de comida, verdura, produc-
tos del campo. Y ya, mas cerca de las
puertas, los oficios mas ruidosos, car-
pinteros, fabricantes de objetos de
cobre, y a veces en el interior, y otras
en zonas alejadas, cuanto requière es-
pecial trabajo como los curtidores de
pieles, tintes, etc. Aunque en aparente
desorden, solfan gozar de estar muy
regulados y bien organizados. El mer-
cado requière paz y seguridad.
Existîa la figura del "senor del zoco"
encargado de velar por la seguridad e
imponer el orden, castigândose los
delitos que se cometfan en estos es-
pacios con especial dureza.
Cuando hayas terminado tu café y
tu narguile, recorre el zoco, sus tien-
das, imprégnate de sus sabores,
colores, perfumes y poesia, mientras
paseas sin rumbo fijo, la mejor forma
de conocer una ciudad segün cuenta
E.M. Forster en su gufa de Alejandrfa.
Visita la mezquita, su minarete de
singular belleza, que data del siglo
XI, las medersas aunque no se en-
cuentren en buen estado, el maristân
y sigue el curso de la historia de la
ciudad, ya que de otra forma es difîcil
entender Alepo.
Su situaciôn geogrâfica en el norte
de Siria y su orografia han marcado
su evoluciôn. Durante siglos fue im-
portante ciudad caravanera y gran
mercado entre Oriente y Occidente.
Sus habitantes la consideran como la
mas antigua, entre las existentes, del
mundo civilizado. Quizâs no anden
lejos de la realidad, y pueden afirmar
con orgullo que pocas hay con mas
historia, aunque pocas, también, mas
atormentada.
En el tercer milenio a.C. se desa-
rrollaron en su entorno algunas pros-
péras ciudades, administradas por po-
derosos escribas. No muy lejos se en-
cuentra Ebla cuya refinada cultura se
puede admirar en el magnifico mu-
seo de la ciudad. Aquî Ilegaron, eso
si, como conquistadores y destructo-
res de cuanto encontraron a su paso,
asirios, hititas e incluso los grandes
faraones egipcios, siempre prestos a
dominar tierras mas fertiles que las
suyas propias.
Oriente fasciné a aquel hijo predi-
lecto de los dioses,Alejandro Magno,
y uno de sus herederos, el général
Seleuco l, goberno la parte siria de
aquel inmenso imperio que todavia
hoy nos asombra que pudiera con-
quistar. En esta antigua tierra, la civi-
lizaciôn helénica, luego romana a
partir del ano 64 a.C., brillô con luz
propia. Puede que perdiera alguna de
las grandes virtudes que adornaron la
antigua Grecia y la Roma republica-
na, pero ganaron en esplendor y ma-
jestuosidad. Jerasa, Bosra y Palmira
son sacrosantas ruinas y silenciosos
testigos de aquella grandeza que a
Voiney le inspiré suelocuente medi-
taciôn sobre las ruinas de los impe-
rios.
A partir del siglo IV con el avance
de Bizancio en Oriente, Siria se cris-
tianizô y en Alepo nacerâ un movi-
miento ascético y monâstico propio
de una région que ha creado mas re-
ligiones -y conflictos religiosos- que
ninguna otra en el mundo. Tan solo a
42 Km, pueden contemplarse los res-
tos del impresionante conjunto basi-
lical de San Simeôn, en su época el
mayor templo de la cristiandad y lu-
gar de peregrinaje médiéval, edifica-
do en memoria de aquel extravagan-

te monje del mismo nombre que gus-
taba de autoflagelarse y que le dio
por pasar la mayor parte de su vida
encaramado a una columna de 18
métros, atado a una cadena al cuello
para no caerse por la noche. Le lla-
maron el Estilita, del griego columna,
desde donde predicaba a cuantos
querian ofrie que no eran pocos.
Saqueada por los persas el ano 540
séria presa fâcil ante el avance de los
ejércitos arabes a comienzos del siglo
Vil, al igual que toda la région debi-
litada por el largo y cruento enfrenta-
miento entre los imperios bizantino y
sasânida. No tuvo Alepo relevancia
politica ni administrativa en la época
omeya ni abasida, eclipsada por
Damasco y luego por Bagdad. Quizâ
por ello pudo acoger diferentes co-
munidades de distintos pueblos y re-
ligiones que le dieron esa patina de
ciudad cosmopolita, tradicionalmen-
te la mas abierta y dinâmica del pais.
Durante la Edad Média se suceden
los periodos de auge y decadencia.
Capital de un emirato independiente,
se convertira en residencia de ladi-
nastia hamdanî a mediados del siglo
X, para ser arrasada por el ferez
exarca bizantino Nicéforo Focas que
destruyô la ciudad el ano 932, como
habia hecho poco antes con el emira-
to andalusf de la isia de Creta, funda-
do por los desterrados del arrabal de
Côrdoba de la época de al-Hakam l.
Renacena gracias al gobiemo de
Nureidin que en el siglo XII recons-
truirfa la ciudadela, los zocos, edifica-
râ el maristân y construira las prime-
ras medersas sobre los restes de la an-
tigua catedral bizantina, convirtiendo
Alepo en una de las mas prospéras
ciudades arabes de la época. En el
aôo 1260 un aterrador ejército, lo mas
parecido a una plaga de langostas hu-
manas, los Mongoles, después de aso-
lar Bagdad, redujeron a cenizas la ciu-

dad que tardaria mas de un siglo en
recuperarse de esta devastacion. Los
Mamelucos, esa peculiar dinastfa de
esclavos convertidos en sultanes, que
en el siglo XIII, después de detener el
avance mongol, gobiernan la région y
la ciudad hasta la ocupaciôn otomana
a comienzos del siglo XVI. Alepo to-
davia sufrirâ los estragos de la Peste
Negra en 1348 y un nuevo saqueo por
Tamerlân un ano después, aunque la
relaciôn con Egipto y sobre todo con
Europa le aportarâ una énorme pros-
peridad cornercial. A partir de finales
del siglo XVIII y principios del XIX
sera tal la influencia y afluencia de los
europeos, que sera considerada como
el Paris de Oriente. Con la derrota de
los turcos en 1918 y la posterior
creaciôn de la Repüblica Arabe de
Siria, Alepo se convertira en la segun-
da ciudad del pais, pero volverâ a ser
eclipsada por la centralizaciôn del po-
der en Damasco.
Aunque en la actualidad la tragedia
que vive el puebio palestino esta refor-
zando el puritanisme) religioso que
avanza en el mundo arabe en perjuicio
de aquel Islam tolérante y culto que
füe la razôn de su grandeza, no olvides,
viajero, que Alepo es también, aunque
solo en parte hoy dfa, la ciudad de la
müsica y la gastronomia. Si puedes, no
dejes de ir al Hôtel Baron. Recuerda
que aqui" vino a sonar y escribir Âgata
Christie, a imaginar una Turqufa laica
Kernal Atarturk, a hospedarse T.E.
Lawrence, cuando luchaba por un pafs
arabe libre apoyado por Inglaterra y
las potencias Occidentales, que pronto
traicionaron sus ilusiones, mientras se
solazaba saliendo a cazar patos tan so-
lo a cien métros del hôtel. Hoy dia,
desgraciadamente, séria imposible, no
son buenos tiempos para la lirica.

* JERÔNIMO PÂEZ es Director de la Fundation El Legado Andalusi

© 2003 El Legado Andalusi.

 


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